Pratīkopāsana

El término pratika significa símbolo. La raíz de esta palabra se refiere a un movimiento hacia algo; upasana significa intento

El conjunto de la palabra pratīkopāsana (pratīka + upāsana) se refiere al proceso mediante el cual el practicante intenta enfocarse en un objeto de concentración. El objetivo final es conseguir ir más allá de la forma externa del símbolo y llegar al punto donde se encuentra la divinidad que está dentro de las profundidades de la conciencia. Esta divinidad es el Bienamado Eterno del alma. El encuentro con esta divinidad no ocurre gracias a un esfuerzo de voluntad, o a que la mente cree la imagen del objeto, ya que esta ya vive dentro de lo más profundo del corazón. Los cinco componentes del símbolo AUM nos muestra la naturaleza de este proceso.

Este movimiento hacia y a través del símbolo, no se logra a través de los caminos habituales que sigue una mente despierta (2. jāgrat), ya que estos son los que tienen que ver con pensamientos e imaginaciónes. Tampoco se consigue mediante las actividades mecánicas de una mente inconsciente (1. suṣupti). Se consigue a través del estado onírico o visionario correspondiente a dhyāna (3), cuya raíz se encuentra en la frontera que se halla entre los dos primeros estados. La fuerza constante de este movimiento de giro hacia adentro, al culminar, es la única capaz de atravesar el velo protector de la ilusión (4. māya) y de conducir al alma sin peligro hasta su meta (5. bindu).

Esta es la fuerza (potencia) que se cultiva en la práctica de āsana y prāṇāyama. El indicio de que esta potencia está presente aparece cuando se logra el estado de esfuerzo sin esfuerzo y de no diferencia. Es aquí cuando el yogui ha conseguido llegar a la puerta, se ha convertido en el maestro de este arte y oficio, y está listo para entrar y elevarse hacia las alturas de pratīkopāsana. El camino hasta este punto es difícil de recorrer y requiere paciencia y perseverancia para poder superar innumerables fracasos, y coraje para desprenderse de todas las apariencias y apoyos externos. Por eso Gorakhnath dice:

En la décima puerta, el avādhut (el que se sacude para soltarse) abre el cerrojo. Por lo tanto escuchad, solo unos pocos, uno de cada cien, son capaces de conquistar la muralla del cuerpo. El nuestro es un camino difícil. Uno debe mantener la lengua y los genitales y el canal a través del cual ambos operan, bajo control en todo momento. Entonces, aquellos que utilizan su tiempo practicando yoga, no son devorados por el paso del tiempo.

Por lo tanto, el cuerpo es la vestimenta y la mente es el yogui. Por lo tanto, la mente es el yogui y el cuerpo es el monasterio. Los cinco elementos forman el manto y el perdón es sentarse en las seis posturas. La sabiduría es el asiento ascético y el buen motivo, las sandalias de madera. Por lo tanto, el pensamiento correcto es el bastón y dhyāna es el proceso de reflexión pura sobre la presencia anónima, invisible e inmaculada de Dios. Esto se lleva a cabo sentado en una postura específica, en un estado en el que la respiración ha cesado, en kevala kumbhaka (sola, sin partes), lo cual es el secreto de ulta-sādhana (el proceso de inversión). Ahí, Śakti invertida asciende hasta la décima puerta, mientras la respiración se mueve por todo el cuerpo, de los dedos de los pies hasta la parte superior de la cabeza (śikhā), donde la luna invertida eclipsa a Rahu. Mediante el proceso de inversión, el yogui consigue dar la vuelta al proceso natural del envejecimiento, la enfermedad y la muerte. De esta forma el yogui canaliza su energía, su semilla y su respiración en contra del flujo natural hacia afuera de las funciones corporales.

El proceso de pratīkopāsana tiene tres fases y tres dimensiones.

Pratīkopāsana – meditación en imágenes visuales.

Nāmopāsana – meditación en símbolos de sonido.

Ahamgrahopāsana –  meditación en el Ser.

Algunos consideran estas tres meditaciones como tres etapas de práctica diferentes y progresivas, que avanzan de lo denso a lo sutil. Sin embargo, dependiendo de la constitución, la aptitud y las condiciones de cada uno, algunos pueden sentirse más atraídos por el mundo de la vibración que el de la imagen. Existen unos cuantos individuos excepcionales que están capacitados para entrar directamente en el reino del Ser. Como con todas las prácticas, lo más importante es responder adecuadamente a lo que surja en nuestro camino y no reaccionar de forma emotiva, con ideas fijas o de forma obsesiva. Con el tiempo, y a medida que la práctica se intensifique y madure, los tres reinos de la forma, el sonido y el Ser se manifestarán plenamente, se disolverán por completo y se reunirán (melana) en un solo punto (bindu).

En Las Tres Fases Meditativas del Dragón del Trueno, he descrito todos los pasos que conducen a esta meta, desde los primeros pasos preliminares, incluyendo los estados mentales correspondientes y las adaptaciones necesarias. Āsana nos proporciona la victoria sobre la fortaleza (barrera, muralla) del cuerpo. Mudrā, bandha y prāṇāyama, causan la disolución de prāna en Śakti, mientras que dhyāna resulta en la absorción de manas. Cuando todas las esencias se reúnen en el punto único de bindu, se alcanza el estado de Śakti-anusandhāna. Aquí, la mente y śakti se unen en el loto de mil pétalos, que está ubicado en la cabeza (sahasrāra cakra), a través de los procesos de Śāmbhavimudrā, cuyo punto de disolución es anusandhātmaka, que es Śivoham – Yo soy Śiva.

Cuando llega a la comprensión de que uno ha estado contemplando/escuchando esta imagen viviente durante toda la eternidad, esto ocurre en la parte más interna de la mente, donde el susurro se desliza sin un susurro y donde el vacío habita dentro de su propio vacío.

Shadow Yoga © Sundernath (Shandor Remete)
Credit: ōm shodo by John Evans